Hablar de la Feria de San Marcos es hablar de una de las
fiestas tradicionales más importantes no solo de Aguascalientes, sino también
de todo México. Y mi primera Feria de San Marcos tuvo lugar en 1992.
En los lejanos años 80s y 90s, al no existir Internet,
podías llegar a cualquier destino del país y conseguir hospedaje en cualquier
tipo de hotel sin necesidad de haber hecho una reservación previa. Esto, sin
embargo, no me funcionó para la Feria de San Marcos, lo que me obligó a
mantenerme despierto hasta las 6 de la mañana en las propias atracciones de
dicha feria. Y lo digo en serio. Mantenerte despierto hasta las 2, 3 o hasta
las 4 de la mañana en un ambiente de fiesta es relativamente sencillo. Pero cuando
todo empieza a decaer y solo quedan ya sea puestos de tacos o grupitos de
personas en plena borrachera, la diversión deja de ser tal (sobre todo cuando
viajas solo, como era mi caso).
Pero antes de meterme de lleno en las anécdotas,
responderé a la pregunta que plantea el título de este post: ¿qué tan diferente
era la Feria de San Marcos en aquella época? La verdad es que era tan similar
como diferente. Similar, porque al igual que ahora, había pirotecnia (impresionante, por cierto),
espectáculos populares, cantantes famosos, baile, alcohol, comida. Diferente,
porque, a diferencia de ahora, la feria era mucho más auténtica.
Si pudiera describirla en pocas palabras, podría decir
que era una feria tradicional, pero de grandes proporciones. Todo estaba
organizado en carpas, puestos grandes, puestos chicos, localitos, como si se
tratara de un mega tianguis, un mega bazar o un mega mercado sobre ruedas.
Carpas y telas de plástico de colores muy vivos, chillantes, además de
marchantes, taqueros y merolicos.
Con decirles que hasta el “antro” era un puesto más de
aquel megamercado: pagabas una cantidad módica de dinero, te daban un valecito
de cartulina verde con un sello de abejita o algo así… y ya… pasabas al
interior de una carpa donde habían montado un par de bocinas y te ponías a
bailar con la primera chica que te latía (aunque ya lo he dicho en otros
posteos, lo vuelvo a repetir aquí: antes de que la música electrónica te
permitiera bailar solo sin prejuicios, lo normal era sacar a bailar a alguien).
Hoy, esta imagen se reserva solo a las fiestas
tradicionales de pequeños poblados, pero nunca más para la gran feria de
Aguascalientes. Y aquí es donde está la gran diferencia: el branding, la
mercadotecnia, el patrocinio de grandes marcas, así como eventos y activaciones
para promover determinado producto o determinada bebida.
Antros, bares y restaurantes de diseño espectacular,
construidos, armados y ensamblados específicamente para la Feria, con detalles
de vanguardia, jardineras, luces de neón y, por encima de todo, marcas… todo
construido alrededor de una marca concreta: Jack Daniels, Bacardí, Don Julio,
etc (la gran ventaja de tener un blog no tan conocido es que puedo mencionar
las marcas que yo quiera, jejeje).
El punto es que antes no era así y en esa Feria concreta
de 1992, alrededor de las tres de la mañana, me hallaba yo, gastando lo del
hotel en el que no pude hospedarme en antros improvisados, algunas copas (nunca
he tomado mucho) y mucha comida. Pero entre las cuatro y las seis, solo, con
los antros de baile cerrados, sin ganas de tomar o de comer y sin teléfono
celular (tampoco existía), no te quedaba más que adoptar el papel de sociólogo
improvisado, sentarte a contemplar tu entorno y analizar el comportamiento de
los demás.
Afortunadamente, alrededor de las siete de la mañana,
abrieron los tradicionales baños públicos y pude darme un delicioso regaderazo,
antes de tomar el camión que me llevó directamente a la Ciudad de México.
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