martes, 7 de agosto de 2018

1993: EL VERACRUZ DE LOS BRUJOS Y LOS CURANDEROS


Al mencionar Veracruz, es probable que pensemos en ese mágico puerto jarocho, hoy más caótico y ruidoso que nunca, donde podemos pasear sin cansarnos por su bello centro histórico, tomarnos un café o una cerveza en la zona de los portales mientras escuchamos marimba (y banda y mariachi como agregados culturales), ver bailar a las parejas en el Parque Zamora, comprar artesanías y contemplar el mar en el remodelado malecón, visitar el Acuario o la antigua fortaleza-prisión de San Juan de Ulúa, comer platillos como la Mojarra Frita o antojitos como las picadas, las gorditas o los volovanes, visitar el Café de la Parroquia y llamar a los meseros golpeando con la cuchara nuestra taza, tomar una nieve con los güero-güeros o alquilar una lancha para visitar ese pequeño arrecife llamado Cancuncito. 

Pero Veracruz es un estado que tiene mucho que ofrecer. Hoy más que nunca, es necesario recorrerlo con algo de precaución, básicamente viajando durante el día. Haciéndolo así, es posible descubrir un sinfín de atractivos como el Pueblo Mágico de Tlacotalpan, pequeño pero pintoresco poblado ubicado a la orilla del río Papaloapan donde lo único que llega a perturbar la tranquilidad son los mosquitos, por lo que no está de más llevar algo de repelente.  

Lo más cercano al puerto (más allá del pretencioso municipio aledaño de Boca del Río) es Antón Lizardo, puerta de entrada al Sistema Arrecifal Veracruzano. Sus playas podrán no ser muy atractivas, pero la magia, en este caso, no está afuera sino adentro. Pero si lo que buscamos son playas bellas, bien podemos tomar una lancha a la Isla de Enmedio y disfrutar lo que a primera vista se asemeja un poco a los paisajes turquesas de la Riviera Maya.

Es la región de los Tuxtlas donde el agua, la selva, la herbolaria y la tradición chamánica de la región se unen para brindarnos una experiencia única. Vale la pena visitar Catemaco y la reserva de Nanciyaga, donde podemos darnos una “limpia” con los curanderos del pueblo o con los más turísticos, los de Nanciyaga, donde además de un delicioso paseo en lancha, podemos contemplar a los monos “güeros”, esos que se adaptaron a su entorno y aprendieron a nadar, disfrutar bellos manantiales, caminar entre la selva y hasta tomar un baño ritual o temazcal. 

 
Otro atractivo que impresiona es el Salto de Eyipantla, esa famosa catarata que Mel Gibson filmó para su película Apocalypto, donde vale la pena acercarse lo más posible para contemplar su espectacular caída y quedarse ahí, observando, disfrutando, durante todo el tiempo que sea posible.

Estoy hablando de un viaje familiar, donde además de recorrer el estado, visitamos a los tíos y primos que aún hoy viven en el Puerto. Convivencia familiar sin prisas que dio pie a un recorrido que incluyó, además, la zona arqueológica de Cempoala y la antigua casa de Cortés en la cercana localidad de La Antigua.

Aun así, Veracruz tiene más atractivos que el Puerto y la región de los Tuxtlas: la región cafetalera de Coatepec, la naturaleza que rodea al encantador pueblo de Naolinco y, por supuesto, Jalapa, con sus callejuelas coloniales, su majestuoso Paseo de los Lagos y la cercana Hacienda de Lencero, donde en su tiempo despachaba el mismísimo Santa Anna.

El clima mismo es otra de las experiencias que vale la pena disfrutar (en vez de padecer). La niebla puede ser especialmente cerrada y peligrosa en ciertas carreteras. Pero también es capaz de convertir las calles en escenarios fantasmales y sorprendentes. Eso me ocurrió, por ejemplo, en Naolinco, pequeño poblado de corte colonial que la niebla es capaz de convertir en un escenario digno del Pedro Páramo de Juan Rulfo, aún y cuando el Comalá original se encuentre a cientos de kilómetros de distancia. ¿Y qué decir de Jalapa? Amanecer con niebla en esta bella ciudad y observar la ciudad desde lo alto es una de las experiencias más surrealistas que puedan existir.


Pero la visita a Jalapa fue algo posterior, digno de otro posteo. Me quedo por lo pronto con los recuerdos de este legendario viaje familiar que me invitó a regresar una y otra vez a este mágico estado, que aún hoy es posible recorrer tomando las debidas precauciones, básicamente la de hacerlo durante el día. Los dejó, sin más, con algunas fotos más de este viaje retro de 1993... 




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