¡Playa! ¡Cuba! ¡mar caribe!, ¿qué más se puede pedir?... El
hecho de que Varadero sea la playa más popular de la isla turísticamente
hablando, no quita que sea un lugar bellísimo, apto para nadar sin grandes
olas, casi cual si se tratara de una gran alberca turquesa. Y por la avenida
paralela a la playa, cualquier cantidad de paladares (restaurantes de gente
local) que ofrecían comida muy rica, abundante y a muy buen precio.
Cuando digo abundante es abundante y a la tercera vez que
iban a rellenarme mi plato, de plano tuve que decir no. Así fue como, en medio
de música cubana, mojitos, daikiris y tarros de cerveza Cristal disfruté por
espacio de varios días la mejor comida cubana: pollo frito marinado, cerdo
agridulce con naranja agria, cocteles de mariscos, langosta y, por supuesto,
las clásicas guarniciones de papas a la francesa, plátano macho frito y el
famoso arroz con frijol o Congrí.
Y de nuevo, comencé el viaje solo, pero no lo estuve
mucho tiempo. Estando en la playa, me hicieron la plática dos cubanos, uno
blanco y otro afroamericano. Me invitaron un poquito de ron, sirviéndolo
directamente en un vasito de plástico y continuaron la plática, rellenándome el
vasito cada diez minutos con algunas gotitas más de ron. El caso es que,
supongo, de gotita en gotita, llegué a sentir que el ron se me subía y acabé
comprando como souvenir para mis amigos… ¿tres cajas de puros? ¿en serio?
¿realmente quería yo comprar tanto puro?...
El caso es que me vendieron también un paseo turístico y
eso me latió bastante más. En efecto, tomamos carretera en un hermoso auto de
los 50s y paseamos sin más por Varadero y visitamos también otras poblaciones
de la isla como Matanzas y paramos en Pedro Betancourt, donde me invitaron a su
casa a probar algunos antojitos tradicionales (y más ron), conocí a los demás
habitantes del inmueble (una señora afroamericana de unos 50 años de edad y su
hija de 24) y platicamos juntos mientras afuera se desataba una tormenta
torrencial que duró cerca de dos horas.
En el inter me ofrecieron todo tipo de recuerdos y
souvenirs: más puros, ron envasado en tetrapack, artesanía cubana… y hasta a la
propia chica de 24 años, a quien incluso me ofrecieron como novia (¿en serio?).
Al final del día comencé a sentirme un tanto incómodo,
por lo que accedí a comprar algunas cosas, argumentando que debía regresar por
dinero al hotel. Volvimos a subir al auto, ellos en el asiento delantero y yo
en el trasero, al lado de esta chica (llamémosle M.J.) y sin más volvimos a
tomar carretera hasta llegar a mi hospedaje en Varadero. Y sí, saqué algo de
dinero, pero solo lo suficiente para excusarme, argumentando que me sentía un
poco mal. Lo cual no era totalmente mentira.
M.J. se despidió de mi con un beso, un poco de mala gana,
dejándome un papelito con un número telefónico por si cambiaba de parecer. Y
regresé a mi habitación, un pequeño cuarto muy limpio, pero sin ventanas que a
partir de las 8 de la noche era lo más cercano a dormir dentro de un ataúd.
Al día siguiente desayuné bien y me dediqué simplemente a
disfrutar la deliciosa alberca natural del mar caribe y su suave arena blanca.
Y bueno, no podía irme de Cuba sin visitar el famosísimo Tropicana, donde
permanecí poco más de cuatro horas disfrutando uno de los mejores shows cubanos
del mundo mientras disfrutaba un delicioso mojito.
Visto en retrospectiva, fue una grata experiencia en lo
general, pero a falta de Internet no pude enterarme a tiempo de la gran cantidad
de atractivos que ofrece Cuba a lo largo y a lo ancho de toda la isla. Pero
bueno, supongo que eso, en algún momento, será un buen motivo para regresar.
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