jueves, 27 de septiembre de 2018

COSTA RICA: NADA MÁS BELLO


Trataré de no extenderme demasiado en un post que, por la belleza misma del país del que estoy hablando, debe ser, sí o sí, preponderantemente visual. Y ese país es Costa Rica.

Con una geografía donde caben todo tipo de extraordinarios ecosistemas, donde puedes recorrer carreteras siempre verdes y toparte con sol, lluvia y de nuevo sol en un solo trayecto, donde puedes encontrar en tu camino coloridas flores, hojas de tamaños imposibles y plantas de forma extraña y caprichosa. Además de fincas cafetaleras, cascadas, ríos, parques nacionales donde la estrella es el Rain Forest, bancos de niebla, playas del Pacífico, playas caribeñas, tiernos perezosos en la copa de los árboles, volcanes activos y aguas termales. Todo ello, junto, en un pequeño país de Centroamérica que se caracteriza por no tener ejército y que contrasta de cualquier forma posible con su vecina Nicaragua y su vecina Panamá.

Me cuesta trabajo decir qué lugar disfruté más. Sus volcanes, serenos pero imponentes, están activos, si bien pueden visitarse. Y sí, huelen a azufre, especialmente el volcán Poas. Sus gases y fumarolas, que en ocasiones irritan los ojos, llegan a difuminar el paisaje y a desorientarte en tu camino, aunque eso mismo es lo que lo vuelve tan misterioso como surrealista.

Y es que no hay nada más bello que caminar entre suave ceniza volcánica, admirando un paisaje que se transforma a cada paso por efecto de las fumarolas y que parece ser modelado por el humo mismo.

No hay nada más bello que contemplar la lava de color naranja brillante que escurre desde la cima del Volcán Arenal, mientras te bañas en las pozas y cascadas termales del Spa Tabacón, rodeado por vegetación abundante y flores de todos los colores: rojas, amarillas, moradas.

No hay nada más bello que caminar por las playas de la Isla Tortuga, disfrutar su arena blanca y sus aguas turquesas, nadar entre peces de colores, alzar la cabeza para admirar la densa selva que parece desbordarse desde la cima de la isla, además de las palmeras cocoteras que acentúan esa imagen idílica de paraíso tropical.

No hay nada más bello que caminar entre bosques de niebla y admirar cascada tras cascada en la ruta de La Paz o recorrer la selva por los aires en una emocionante tirolesa, si bien lo más emocionante es hacer rafting en los rápidos del río Pacuaré.

No hay nada más bello que sus fincas cafetaleras, sus carretas policromadas, sus ríos de color celeste (literal) o sus playas de arena negra, en este caso, Playa Tambor.


Por eso no quiero extenderme más. Tengo una deuda pendiente conmigo mismo para regresar a Costa Rica y conocer todo aquello que quedó pendiente: Corcovado, Braulio Carrillo, Monteverde, Manuel Antonio. Mientras llega ese día, les comparto algunas imágenes de este pequeño pero maravilloso país. 















martes, 25 de septiembre de 2018

MALINALCO: UNA ALTERNATIVA AL ESFUERZO DEL TEPOZTECO


No es un secreto que para subir el Tepozteco, icónico cerro ubicado en el Pueblo Mágico morelense de Tepoztlán, es necesario tener una condición física mínimamente decente. Dicho de otro modo, muchas personas sueltan la toalla tras los primeros treinta minutos y los que logran llegar a la cima, agotados por el esfuerzo que implica subir escalones tan desgastados, resbalosos y en muchos casos sueltos, ven la imagen de la pirámide como uno de los más grandes logros de su vida.

Bueno, pues eso no ocurre en Malinalco, Pueblo Mágico del Estado de México que ofrece más o menos las mismas recompensas al viajero pero sin el esfuerzo supremo que implica, para muchos, escalar el cerro del Tepozteco. Lo mismo encontrarán una pirámide, en este caso una particular construcción monolítica, esto es, de una sola pieza tallada directamente sobre la piedra. También deberán subir un cerro, menor al Tepozteco y con accesos en mejores condiciones, podrán disfrutar un clima primaveral muy similar, observar vegetación frondosa y caprichosa y visitar, al descender, un majestuoso convento agustino, cuyos frescos son fotográficos a más no poder. Claro, faltaría quizá el mega tianguis de micheladas preparadas que caracteriza a Tepoztlán como una de las cantinas al aire libre más permisivas del país. Pero para mucha gente, esto será asunto menor.


miércoles, 19 de septiembre de 2018

PUEBLOS DE PUEBLA: MAGIA POBLANA MÁS ALLÁ DE LA CAPITAL


Cierto, Puebla Capital y Cholula son dos de las ciudades más fascinantes del centro de México, pero es que Puebla, como estado, lo es.

La hacienda de Chautla, cerca de San Martín Texmelucan, es solo un ejemplo de las sorpresas que aguardan al viajero que se anima a explorar más allá de la ciudad capital. Una mansión palaciega a la orilla de un lago rodeado de bosques parece transportarnos a alguna pequeña provincia de Europa. La vieja mansión del alguna vez arzobispo de Oaxaca, Eulogio Gillow, de ascendencia inglesa, en cuya planta inferior hay un restaurante cuyo menú, en más de un 60%, se compone de truchas, truchas y más truchas. Bueno, en los postres no.

Pueblos Mágicos como el lluvioso Cuetzalan, con sus calles empedradas que le dan un aire antiguo, de leyenda o el pintoresco Atlixco, que recuerda en mucho al centro histórico de Puebla Capital y en donde es posible subir a la terraza del kiosco de su plaza central para tomar un café y ver pasar la tarde, ya que está convertido en una sucursal de la franquicia Italian Cofee.

Menos conocidos, pero con un encanto similar son los poblados, vecinos entre sí, de Chignahuapan y Zacatlán de las Manzanas. Gaspar Henaine, Capulina, es originario de Chignahuapan, si bien en el pueblo no parece importar demasiado. Destacan, por el contrario, su kiosco árabe policromado y su virgen gigante de 14 metros de altura, la de la Inmaculada Concepción, ubicada en el interior de la iglesia del mismo nombre, además de un balneario de aguas termales, muy famoso a nivel local, donde es posible bañarse a jicarazos, literalmente, con sus llamadas aguas curativas que si no curan, por lo menos queman. El balneario está ubicado en un enclave boscoso muy bonito y salir al aire libre después de un baño de aguas termales es la experiencia más refrescante que puede existir.

Hay también una laguna con su versión local de la leyenda de La Llorona y, por las noches, un bar campirano donde se bailan bien las gruperas, el BarZon.

Conocí todo ello al lado de una amiga y amistades suyas. Cinco viajeros recorriendo las accidentadas carreteras poblanas (literal), comiendo generosamente en los restaurantes de la carretera (si mal no recuerdo un mixiote de barbacoa de conejo o algo así) y conociendo solitarios y abandonados cascos de hacienda ubicados en medio de la nada.

Los familiares de uno de los amigos de mi amiga tenían un rancho en Chignahuapan y ahí acudimos en plan de visita familiar pero que aprovechamos para comer unos taquitos con mole (había fiesta y el consecuente mole poblano) y probar aguamiel virgen directamente de una penca de maguey.

Entre Chignahuapan y Zacatlán de las Manzanas se encuentra el Salto de Quetzalapan, majestuosa cascada rodeada de bosques y de un balneario familiar donde pueden comerse quesadillas, hacer días de campo o simplemente hacer un poco de senderismo.

Zacatlán de las Manzanas es, por su parte, una de las más grandes fábricas de relojes florales del país y eso incluye al del Parque Hundido de la Ciudad de México.

Por todo ello, afirmo que Puebla es mucho más que Cholula y la ciudad capital y bien vale la pena dedicarle una semanita. Una vez más, por ser viaje mochilero, les debo las fotos, pero prometo que a partir del próximo posteo nunca faltarán imágenes de apoyo y en algunos casos los videos correspondientes. A partir del próximo posteo nos volveremos más visuales.

martes, 18 de septiembre de 2018

LA TRINIDAD: UN BALNEARIO DEL IMSS SOLO PARA MI


La primera imagen que viene a la mente cuando uno dice "balneario del IMSS" es, seguramente, la de un conjunto de pequeñas albercas atiborradas de gente que nadan con todo y playera. Pero, al menos en mi caso, esa no fue mi experiencia.

Decidí visitar el balneario de La Trinidad, en Tlaxcala, por el simple hecho de que las fotos se veían interesantes: más que un balneario parecía una pequeña hacienda con lago, jardines y capilla. En realidad, era una antigua fábrica textil y sí, es un lugar muy bonito aunque por lo regular muy concurrido. La razón por la que pude disfrutarlo prácticamente vacío fue muy simple: me hospedé ahí.

Llegué un sábado, alrededor de las tres de la tarde. El balneario estaba por cerrar y la gente se amontonaba en la salida para abandonar el lugar en el justo momento en que yo hacía mi registro. Me asignaron una pequeña cabaña, muy limpia y muy cómoda, donde me recosté por espacio de media hora antes de bajar a comer a su restaurante "El Chacuaco". Y cuando lo hice, el lugar simplemente estaba vacío.

Sin nada que objetar, me dediqué a recorrer las instalaciones: las solitarias canchas de tenis y de básquet enmarcadas por el bosque, el área de camping con una única casa de campaña, la capilla vacía, al igual que el restaurante, los jardines, el lago artificial, los pasillos y las albercas.

Si bien no se me antojó mucho meterme a las albercas por el aspecto un tanto aceitoso del agua, lo cierto es que recorrí caminando las instalaciones de principio a fin escuchando tan solo el eco de mis pisadas, las ramas de los árboles al ser mecidas por el viento y el canto de los pájaros al acurrucarse para dormir. Y me fascinó.

Al tratarse de un lugar vigilado, no me sentí inseguro en ningún momento y el hecho de tener en plan casi privado tantos y tantos metros de jardines e instalaciones te hace sentirte maravillosamente bien, como si en efecto el destino lo hubiera reservado para ti.

Ciertamente, me faltaba un chapuzón. De manera que madrugué (es un decir) poco después de las siete de la mañana y bajé a las albercas, en proceso de limpieza. Las aguas, limpias al fin, me invitaron a nadar y decidí hacerlo en la alberca techada, una enorme alberca reservada, una vez más, para mi solo. Permanecí en el agua poco más de una hora, casi dos y después subí a mi cuarto para darme un nuevo regaderazo.

Bajé a desayunar alrededor de las 11 de la mañana, justo cuando las familias comenzaban a llegar en grandes grupos. Una hora después, cuando bajé con mi maleta a la recepción, el balneario estaba lleno a reventar. Pero yo ya me iba.

Y me fui. A la fecha no he regresado, si bien he visitado la mágica y apacible ciudad de Tlaxcala para caminar sus calles coloniales, admirar sus iglesias y monumentos, además de ir a la cercana zona arqueológica de Cacaxtla para conocer sus famosos murales prehispánicos.

JALISCO Y NAYARIT, DOS VECINOS PECULIARES


No los conozco tanto, pero me dan la misma impresión que dos hermanos de la misma edad que se complementan pero difieren notablemente el uno del otro. Uno, por lo regular, suele ser más extrovertido. Ese, para mi, es Jalisco. Y el contraste se nota desde la costa, cuando un ruidoso y ajetreado Puerto Vallarta, en Jalisco, desemboca en un callado pero exclusivo Nuevo Vallarta, en Nayarit. Ambos estados, muy a su modo, tienen mucho que ofrecer.

Más allá de Guadalajara, de la que ya he hablado en otros posteos, la costa de Jalisco está repleta de pequeños rinconcitos llenos de belleza, vegetación exuberante y un mar azul intenso. Yelapa, las Ánimas, Quimixto y Majahuitas son los ejemplos más populares, si bien existen muchas playas "secretas" que solo la gente local ubica y cuyos rumores alimentan la mitología popular del turista que visita por primera vez la región.

Los pueblos de la serranía, rodeados siempre de bosque y de niebla, esconden joyitas no muy conocidas como Concepción de Buenos Aires, pequeño y pintoresco poblado de Jalisco con casitas blancas y tejados rojos, donde la leche bronca se vende desde temprano y donde he probado uno de los pozoles más deliciosos y abundantes de mi vida.

Nayarit, más agreste, tiene atractivos que hay que saber buscar pero que ofrecen más de una recompensa. Partiendo de Tepic, contemplando en la carretera el misterioso Volcán Ceboruco y cruzando muchos pequeños poblados como Santiago Ixcuintla, es posible llegar a la isla de Mexcaltitán, Pueblo Mágico que no siempre conserva su título y que es famoso por ser, según la tradición local, la mítica isla de Aztlán, de donde partieron los aztecas originarios que posteriormente fundarían la ciudad de México Tenochtitlan.

Llegar a Mexcaltitán, sin auto, no es muy sencillo que digamos. Y aún llegando al embarcadero, hay que esperar a que se junte un grupo para repartir entre todos el costo del bote. Una vez allá, resulta sorpresivo ver cómo las casas y las banquetas se hallan un metro o más por encima de las calles. Esto tiene su lógica, ya que en época de lluvias éstas se inundan y solo es posible recorrerlas en bote, cual si se tratara de una pequeña Venecia.

Por lo demás, las banquetas están llenas de pequeños charales y camarones secándose al sol que posteriormente se convierten en un sabroso aperitivo previo a los platillos regionales, entre los cuales yo destaco el Pescado Zarandeado, una verdadera delicia. También puede visitarse un pequeño museo arqueológico cuyas figuras parecen confirmar que Mexcaltitán es Aztlán, especialmente la de la garza devorando la serpiente.

Una vez más, pido disculpas por no acompañar el post con fotos, pero se trata de viejos viajes mochileros muchas veces no planeados y previos a la era digital. Nada que ahora, por otra parte, no se pueda consultar en Google.

Cierro este post con mis impresiones sobre San Blás, puerto que intenta ser turístico pero que al día de mi visita -y no era invierno- lucía deshabitado, vacío... y quizá por lo mismo me gustó mucho, aún sin gustarme especialmente. Vale la pena visitar el antiguo fuerte de La Contaduría, el cercano Balneario de La Tovara (donde se filmó la película Cabeza de Vaca) y probar algunos de los platillos elaborados a base de mariscos y muy especialmente de Ostión.

ID A HIDALGO... VALE LA PENA


He decidido juntar en un solo post cuatro paseos de fin de semana que hice al estado de Hidalgo, a fin de abarcar de un vistazo mucho de lo que se puede visitar en este lugar. En casi todos los casos, llegué directamente a Pachuca, donde nunca me detuve demasiado tiempo salvo para admirar su maravilloso reloj monumental.

El corredor de montaña es la primera gran sorpresa que ofrece Hidalgo, ya que a sus bosques y formaciones rocosas se les suman tres poblados que vale la pena visitar con calma: Mineral del Chico, Real del Monte y Huasca de Ocampo. El primero, es un pintoresco pueblito enmarcado por un frondoso bosque de coníferas; el segundo, un pueblecito minero con un ligero aire inglés donde se pueden comer algunos de los mejores pastes del estado; y el tercero, es la puerta de entrada a dos importantes haciendas, la de San Miguel Regla y la de Santa María Regla, además de ubicarse muy cerca de los impresionantes prismas basálticos.

En lo particular, pude quedarme una noche en San Miguel Regla y es una bonita experiencia ya que conlleva amanecer en medio del bosque, si bien su alberca, no climatizada, es un témpano de hielo a la que no dan ganas de meterse, ni siquiera al medio día. En contraste, se come rico, tiene jardines muy bien cuidados, un pequeño lago y una agradable familia de patos.

Y bueno, fuera de la ruta de montaña, está la importante zona arqueológica de Tula, capital de la cultura Tolteca y famosa por sus icónicos Atlantes. El entorno no es especialmente atractivo, pero solo por visitar el sitio merece la pena darse la vuelta, especialmente para ir a comer.

Reservaré para más adelante una visita a la Huasteca Hidalguense y a las Grutas de Tolantongo para tener una visión más completa de este pequeño pero no por ello menos interesante estado de la República Mexicana. Y esta vez, sacaré fotos y video.

jueves, 6 de septiembre de 2018

MAZATLÁN 2008: DESTINO CLÁSICO DE MÉXICO


A principios del 2008, como parte de un viejo romance, viajé a Mazatlán, Sinaloa. La fecha no se me olvida, pues coincidió con un 29 de febrero, única vez en mi vida que he salido de viaje en esa fecha que solo existe cada cuatro años.

El primer día, recorrimos el malecón a bordo de un taxi local, la imprescindible “pulmonía” (algo así como un jeep blanco, descubierto) que tardó como una hora en pasar. Y bueno, ese mirador donde se estrellan las olas y que al principio subes como si nada, solo para llegar al último escalón y sentir que en cualquier momento vas a perder el equilibrio y te vas a desbarrancar sobre las rocas que sirven también de quiebraolas. Si has tomado de más, la verdad no es muy recomendable.

Viajamos al día siguiente a la localmente famosa Isla de Piedra, a bordo de un yate turístico donde nos ofrecieron un coctel equivalente al “Sex on the Beach”, convenientemente rebautizado como “Sex on the Boat”.

Una vez en la isla, realizamos el trayecto a la playa atravesando el pueblo a bordo de una extraña carreta tirada por un tractor (¿¿??)… y ya en la playa, hicimos una cabalgata por la orilla del mar que culminó con una rica comida donde la estrella era el pescado a las brasas, en una mesa rústica con vista al mar.

Fuimos después al viejo Mazatlán, donde recorrimos lugares típicos como la Plazuela Machado, sede de actividades culturales como la feria del libro infantil y un interesante espectáculo de marionetas-títeres que manejaba diferentes tipos de escenografías y tamaño de muñecos para representar sucesos que ocurrían a lo lejos y otros que ocurrían en primer plano.

Amenizaba la tarde un grupo cubano (Eclipse de Son), lo cual fue un buen pretexto para echar un mojito. Por la noche, cenamos en el buffet parrillada del propio hotel diferentes cortes de carne y postres deliciosos.


Al día siguiente, disfrutamos sin más la playa y la alberca, antes de decirle adiós a Mazatlán y encaminarnos al aeropuerto. 

VIDEO: 
https://www.youtube.com/watch?v=ilfrQhem3hY

MAZATLAN 2008 VIDEO