martes, 24 de julio de 2018

¡PLAAAAAYA!... AVENTURAS EN IXTAPA 1993


Perderte en el mar, que la llave de tu hotel nunca sirva y visitar por la noche un antro tan grande como vacío son, supongo, cosas que solo te pueden suceder cuando tienes 20 años. O 23 en este caso.

El asunto es que la accidentada visita a Ixtapa y al cercano poblado de Zihuatanejo que hice con un par de amigos, allá por 1993, tuvo como antecedente inmediato un tranquilo viaje familiar y dio pie, varios años más tarde, a un fugaz escape romántico con una linda chica de Michoacán.

Hoy, me centraré en mi viaje con amigos, uno que nos llevó del aeropuerto de la Ciudad de México al de Ixtapa-Zihuatanejo… con una escala previa en ¡Puebla!

Supongo que comprar vuelos económicos, cosa que yo hacía desde ese entonces, puede llegar a tener sus inconvenientes. En este caso, el de volar de México a Puebla en una suerte de antro-avión, con las luces prendiéndose y apagándose de manera intermitente, para después quedarnos cerca de media hora en el aeropuerto de Puebla, que es donde en verdad el avión se llenó.

Si a eso le sumas que al llegar a tu hotel tengas que rogar para que te den (de mala gana) tu (asqueroso) coctel de bienvenida, empiezas a sospechar que algo extraño está conspirando en tu contra.

Peor aún es cuando lo confirmas, cuando un pescador local te ofrece conocer un arrecife cercano y una vez en el bote… ¡se pierde!... Dos horas en el vaivén de un mar que parecía más un subibaja que otra cosa, solo para que al final nos regresaran a la playa y únicamente nos pidieran una propina.

Y ya para rematar, cuando te recomiendan uno de los antros más grandes y con más ambiente de Ixtapa y te encuentras con un lugar, sí, muy grande, muy espectacular (un palco y un escenario de teatro gigantesco), con juegos de luces bastante decentes, bebidas bien preparadas y a precio razonable… pero ni un alma en las mesas, por no decir en la pista.




En un viaje donde la llave electrónica de tu cuarto nunca funciona (y que se ensaña cuando te urge ir al baño) o de plano te tropiezas por la noche con unas ramas en la playa, es justo que haya algo bueno que contar.

En este caso, la playa, las motos acuáticas, los fenomenales atardeceres que tiñen el horizonte de un color naranja intenso para mutar al violeta, al morado y, finalmente, a una noche despejada y estrellada… y en ese entonces, la opción de diversión nocturna que nunca fallaba, la del Carlos n´Charlies, que en Ixtapa era insuperable, pues contaba con una pista de baile prácticamente al aire libre y a la orilla de la playa, refrescándote de brisa durante toda la noche.



Pasos de baile por más de cuatro horas, un intento de ligue no muy afortunado y el regreso al hotel trotando por la orilla del mar dieron fin a una divertida experiencia de viaje con amigos, si bien el broche de oro tuvo lugar en Zihuatanejo, en el entonces restaurante de moda “La Sirena Gorda” y sus deliciosos tacos de mariscos, cuando este concepto comenzaba apenas a gestarse y era apenas una novedad. Y la belleza de los arrecifes, los peces y los cactos de Isla Ixtapa (cuando no es temporada alta), atractivo al que vale la pena dedicarle todo un día. 

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