jueves, 5 de julio de 2018

IZAMAL: LA VIDA EN AMARILLO


No es el pueblo de los Simpsons, pero sí es amarillo y está en Yucatán. Su nombre: Izamal. Vale mucho la pena dedicar un día a este bello Pueblo Mágico pintado de amarillo. Se recorre rápido, sí, pero no dan ganas de hacerlo de ese modo. 



El tráfico es escaso (aún) y eso hace que perderse en sus callejuelas sea una experiencia relajante, al poder escuchar tus pasos rebotando en la acera y unos pocos sonidos adicionales más allá del canto de los pájaros, el paso de una bicicleta y el aún ocasional paso de un auto con alguna canción de moda en sus bocinas.






Izamal es relax, es belleza, es historia y es, a la vez, una muestra de la mejor gastronomía de Yucatán, una muestra que ha venido a parar, incluso, al hotel Camino Real de la Ciudad de México con algunos platillos representativos de su famoso restaurante Kinich. 

Su majestuoso convento de San Antonio de Padua es, para todo el mundo, su carta de presentación y en realidad no es para menos. Pero hay también restos del pasado prehispánico y la pirámide de Kinich, que da nombre al restaurante, es la mejor referencia.

Un paseo en calandria, si se tiene tiempo, es recomendable. Y en todos los casos, es muy recomendable llevar una gorra o sombrero, ya que la mayor parte del año las nubes brillan por su ausencia, el cielo resplandece en un azul intenso (que contrasta ciertamente con el amarillo) y el sol está a todo lo que da, especialmente a medio día. 


Y ante la obligada parada a comer, muchos me han preguntado si realmente es tan bueno el tan afamado restaurante Kinich. La verdad, yo iba con mis reservas, pues en algún comentario de Trip Advisor había leído que era muy caro, que el servicio era malo y que las porciones te dejaban con hambre. Razón por la cual comencé a llenarme con los totopos y los frijoles que te ponen en la mesa como aperitivo, para arrepentirme de ello a media comida.




No sé si el comensal habrá ido en temporada alta, que es usualmente cuando en tooooooodos lados el servicio se vuelve lento, pero las porciones son generosas, los precios razonables (ni baratos, ni excesivos), la atención muy rápida y amable y, bueno, por culpa de ese comentario no pude llegar al postre, que de entrada se veía bastante apetitoso: el dulce de papaya. 



En resumen, Izamal es una grata sorpresa. No tendrá cenotes como Valladolid, avenidas majestuosas como el Paseo de Montejo de Mérida o grutas impresionantes como las de Loltun, pero no los necesita. Y eso, lo hace único. Por algo, supongo, es un Pueblo Mágico. 

https://www.youtube.com/watch?v=lSJ2KVP5H4s

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