jueves, 5 de julio de 2018

GUADALAJARA 1993: LA BODA-DE-NO-SE-QUIEN… ¡Y EL TREN QUE NO CUPO EN EL TÚNEL!



Los viajes no planeados existen, viajes que realizas sin saber exactamente porqué y este es una muestra de ello.


La razón, muy simple, aunque no muy común. Un amigo y su familia iban a asistir a una boda en Guadalajara y les sobraba un boleto. Al ser uno de mis mejores amigos de la prepa, sencillamente me invitó. Y eso fue todo.



Llegamos a dormir y al día siguiente, tomando en cuenta que la boda era prácticamente a las 10 de la noche, me dediqué a conocer la ciudad en compañía de mi amigo, su pareja y sus hermanos.

Y tuve la curiosidad de conocer el metro (hablo de 1993, para que no me reclame nadie). De manera que entré a una de sus estaciones, muy moderna y limpia para la época, aunque con la peculiaridad de que los túneles no eran lo suficientemente anchos para dar cabida a un metro, por lo que tuvieron que meter trenes ligeros con cables en el techo.



Pero bueno, no se trata de ponerme a criticar, sino de contar anécdotas (lo hice en mi reseña de Tampico al hablar de sus playas con chapopote) y eso lo hago, simple y sencillamente porque son parte del viaje mismo. 


El caso es que dedicamos buena parte del día y de la tarde a conocer algunos de los monumentos más emblemáticos de la capital tapatía: la Catedral Metropolitana con sus peculiares torres agregadas en el siglo XIX ante el derrumbe de las originales a consecuencia de un terremoto; el Instituto Cultural Cabañas, antiguo hospicio diseñado por el arquitecto Manuel Tolsá y construido en 1805 que cuenta con bellos murales de José Clemente Orozco; el Teatro Degollado y el Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento cuya fachada nos transporta sin más a la Edad Media.




Y ya por la noche, la boda entre no-se-quien y no-se-quien, brindis, aplausos, baile con lindas niñas ojiverdes y una cena bastante rica, eso hay que reconocerlo.

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