En algún punto de principios de los 90s, titulados o no,
los amigos de la carrera de Comunicación realizamos el que sería uno de los
pocos viajes del grupo de la Universidad. Por lo menos, el más numeroso. Y, de
hecho, fue también el último.
Fue con todo, una manera de cerrar con broche de oro una
época única: la época en la que empiezas realmente a conocerte, la época
universitaria. Etapa que terminó con un viaje a la cercana laguna de
Tequesquitengo, para pasar un fin de semana en una bonita casa con alberca que
una de nuestras compañeras consiguió prestada para festejar nuestra inminente
graduación.
Viajando en caravana y parando, algunos sí, algunos no, a
desayunar a media carretera, llegamos a la casa prácticamente al medio día para
inmediatamente iniciar la fiesta. Una fiesta muy tranquila en realidad, nada de
imaginarse películas como Qué Pasó Ayer. Por el contrario, fue un bonito
convivio de amigos con algo de parrillada o tacos, no recuerdo, refrescos,
cerveza y las asquerosas Caribe Cooler que estaban tan de moda en los 90s.
A falta de Spotify (faltaban más de 20 años para que esa
maravilla existiera), contábamos con una grabadora portátil que también
reproducía discos compactos, muchos de los cuales no pudimos reproducir
siquiera al quedar empapados por el agua de la alberca.
Aunque hubo una pequeña guerra por hacer predominar diferentes gustos musicales, lo cierto es que la música no nos abandonó en ningún momento y la alberca tuvo casa llena hasta bien entrada la noche, la cual concluimos con un juego de preguntas indiscretas pasándonos fósforos de mano en mano procurando que no se apagaran bajo el riesgo de ser sometido a cuestionamientos ligeramente incómodos.
El calor esa noche fue infernal y aunque había ventiladores, poco favor nos hicieron. Pero despertar prácticamente en un jardín con todos tus amigos fue en verdad una experiencia muy agradable.
De la alberca no puedo decir lo mismo, ya que a la luz
del siguiente día no era más que una masa aceitosa que entremezclaba los
residuos de los protectores solares de más de veinte personas. No invitaba
mucho a nadar, si he de ser sincero.
El desayuno y el recoger la casa para dejarla
medianamente presentable fue lo último que hicimos antes de salir nuevamente en
caravana, para dispersarnos una vez que llegamos a la Ciudad de México. Dicho
de manera literal, por lo menos hasta que Facebook, de alguna manera, nos
reunió de manera virtual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario