martes, 18 de septiembre de 2018

JALISCO Y NAYARIT, DOS VECINOS PECULIARES


No los conozco tanto, pero me dan la misma impresión que dos hermanos de la misma edad que se complementan pero difieren notablemente el uno del otro. Uno, por lo regular, suele ser más extrovertido. Ese, para mi, es Jalisco. Y el contraste se nota desde la costa, cuando un ruidoso y ajetreado Puerto Vallarta, en Jalisco, desemboca en un callado pero exclusivo Nuevo Vallarta, en Nayarit. Ambos estados, muy a su modo, tienen mucho que ofrecer.

Más allá de Guadalajara, de la que ya he hablado en otros posteos, la costa de Jalisco está repleta de pequeños rinconcitos llenos de belleza, vegetación exuberante y un mar azul intenso. Yelapa, las Ánimas, Quimixto y Majahuitas son los ejemplos más populares, si bien existen muchas playas "secretas" que solo la gente local ubica y cuyos rumores alimentan la mitología popular del turista que visita por primera vez la región.

Los pueblos de la serranía, rodeados siempre de bosque y de niebla, esconden joyitas no muy conocidas como Concepción de Buenos Aires, pequeño y pintoresco poblado de Jalisco con casitas blancas y tejados rojos, donde la leche bronca se vende desde temprano y donde he probado uno de los pozoles más deliciosos y abundantes de mi vida.

Nayarit, más agreste, tiene atractivos que hay que saber buscar pero que ofrecen más de una recompensa. Partiendo de Tepic, contemplando en la carretera el misterioso Volcán Ceboruco y cruzando muchos pequeños poblados como Santiago Ixcuintla, es posible llegar a la isla de Mexcaltitán, Pueblo Mágico que no siempre conserva su título y que es famoso por ser, según la tradición local, la mítica isla de Aztlán, de donde partieron los aztecas originarios que posteriormente fundarían la ciudad de México Tenochtitlan.

Llegar a Mexcaltitán, sin auto, no es muy sencillo que digamos. Y aún llegando al embarcadero, hay que esperar a que se junte un grupo para repartir entre todos el costo del bote. Una vez allá, resulta sorpresivo ver cómo las casas y las banquetas se hallan un metro o más por encima de las calles. Esto tiene su lógica, ya que en época de lluvias éstas se inundan y solo es posible recorrerlas en bote, cual si se tratara de una pequeña Venecia.

Por lo demás, las banquetas están llenas de pequeños charales y camarones secándose al sol que posteriormente se convierten en un sabroso aperitivo previo a los platillos regionales, entre los cuales yo destaco el Pescado Zarandeado, una verdadera delicia. También puede visitarse un pequeño museo arqueológico cuyas figuras parecen confirmar que Mexcaltitán es Aztlán, especialmente la de la garza devorando la serpiente.

Una vez más, pido disculpas por no acompañar el post con fotos, pero se trata de viejos viajes mochileros muchas veces no planeados y previos a la era digital. Nada que ahora, por otra parte, no se pueda consultar en Google.

Cierro este post con mis impresiones sobre San Blás, puerto que intenta ser turístico pero que al día de mi visita -y no era invierno- lucía deshabitado, vacío... y quizá por lo mismo me gustó mucho, aún sin gustarme especialmente. Vale la pena visitar el antiguo fuerte de La Contaduría, el cercano Balneario de La Tovara (donde se filmó la película Cabeza de Vaca) y probar algunos de los platillos elaborados a base de mariscos y muy especialmente de Ostión.

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