jueves, 7 de junio de 2018

CANCÚN 1989: ¿QUÉ TAN DIFERENTE ERA?



La pregunta inevitable que uno se hace al regresar a un lugar después de una larga ausencia es: ¿realmente ha cambiado tanto? 

Pregunta que parece haber sido mandada a hacer para ciertos lugares. 

Uno de ellos es Cancún.





La primera impresión que tuve de Cancún, allá por 1989, fue esta.

Una tormenta de invierno, un cúmulo de nubes negras, truenos amenazantes y un descolorido mar caribe me dieron la bienvenida a las playas de Cancún. De ahí que la tan afamada belleza del Caribe Mexicano no estuviera presente para mí, por los menos en los primeros dos días.

Pero aún con frío –cuando no llovía, claro- fue interesante conocer una parte del paisaje del Cancún de aquella época, que sí era muy diferente al de nuestros días. Para empezar, quedaba aún mucho manglar. 


No es que actualmente no lo haya, pero se deforestó de manera alarmante en los últimos veinticinco años.

Pude, en consecuencia, hacer con mi familia un recorrido en bote por una extensa zona de manglar y conocer después Plaza Caracol, el centro comercial más moderno de los ochentas y que hoy palidece frente a casi cualquier otro, especialmente si queremos compararlo con el de “La Isla”. No tengo fotos, pero pueden buscar en You Tube un video de Timbiriche (Tú me vuelves loco) filmado en dicha plaza para contrastar con los centros comerciales de hoy, si es que les gusta eso de ir al Caribe para pasar el tiempo en tiendas y no en playas o cenotes.

En realidad, Cancún es el destino del Caribe Mexicano que más ha cambiado en los últimos años, como puede verse en la siguiente foto donde aparezco yo, a los 20 años, junto a la Laguna Nichupté, parado en una amplia franja de césped que hoy ha sido sustituida por edificios altos. 


De más está decir que es imposible apreciar la laguna a primera vista. Pero volvamos a 1989 y a la visita que comenzó con una tormenta.

Afortunadamente, el mal clima terminó pronto y pude conocer con mayor esplendor el acuario natural de Xel Ha, mucho más rústico y tranquilo antes de que fuera concesionado a la empresa de Experiencias Xcaret.

Si he de ser justo, el entorno natural del Xel Ha actual no se percibe tan alterado (Xcaret sí), pero sí está mucho más lleno, aún en temporada baja. Como alternativa, si es que quisieran darse una idea de cómo era Xel Ha en los 80s, pueden conocer la caleta de Yal Ku, en Akumal, otro acuario natural en muchos aspectos similar a Xel Ha pero menos concurrido y con un costo de entrada promedio por persona de 100 pesos, no de 100 dólares. Claro, no hay comida buffet pero, ¿quién la necesita?

Tulum – la zona arqueológica - también lucía diferente: menos veredas, menos barandales y menos pasarelas para turistas, menos concurrencia de gente y un pasto mucho menos recortado. Lo que no ha cambiado y espero que no lo haga es el impacto que produce ver esa pirámide junto al acantilado, enmarcada por un limpio cielo azul y teniendo de fondo tantas tonalidades de tonos turquesas en el mar por un lado y una arena blanquísima por el otro.

Puede apreciarse a simple vista que la ciudad maya de Tulum no es tan monumental como otros sitios arqueológicos de la zona, concretamente Uxmal y Chichen Itzá, pero esto se explica cuando nos enteramos que la mayoría de sus estructuras fueron construidas cuando la época de esplendor maya ya estaba en retirada. Es básicamente una ciudad del llamado Post Clásico Maya, a diferencia de las otras, que son del Clásico.

El viaje incluyó algunos otros paseos en lancha interesantes que en esa época eran un poco más accesibles. Lo que también se explica si se toma en cuenta que estábamos aún en los ochentas, cuando el dólar costaba tres pesos, no veinte.

De ahí que mi hermana y yo pudiéramos hacer un recorrido nocturno a la cercana Isla Mujeres en plan fiesta tropical con fogata en la playa y toda esa ondita. 

Y un recorrido más calmado en un barco conocido como SubSea debido a que parte de su estructura navegaba bajo el agua. Este último le encantó a mi mamá por la vista de los peces y los corales desde las ventanillas.

El viaje concluyó con la visita de la apacible Isla Mujeres y la salida desde una rústica Playa del Carmen (rústica, tal cual) hacia Cozumel en una pequeña avioneta cuyo motor sonaba de manera no muy diferente al de una moto. Experiencia curiosa que nunca he vuelto a repetir y que resultó muy llamativa por el hecho de apreciar desde el aire, pero a poca distancia, aquel tapete de aguas turquesas desde las ventanillas y desde la cabina… tal cual, no había separación alguna entre el área de pasajeros y la cabina de los pilotos.

Con playas un poco más azules que turquesas, Cozumel tiene largas extensiones de arena blanca para contemplar el mar caribe desde diferentes distancias y perspectivas, un pequeño centro histórico bonito pero un tanto americanizado y muchos restaurantes y bares para pasar el rato. A esas alturas y con la cartera un poco agotada, terminamos por no salir más del hotel más que para visitar la laguna Chankanaab, cuyo entorno era más natural que el de ahora y era posible aún meterse a nadar en ella para apreciar una de las variedades de coral más cercanas a la superficie. Precisamente se cerró al público para no deteriorarlo más.

¿Antros en este viaje? Sí y no. En aquella época aún se les llamaba discotecas y sí, visité una de ellas. El nombre no lo recuerdo, pero contaba con una plataforma en la pista de baile que subía y bajaba mientras bailabas, por lo que a veces estabas arriba y a veces abajo. Y en plan familiar, fuimos a cenar al Mauna Loa de Playa del Carmen, con show polinesio incluido.

Ver por primera vez en un solo viaje ciudades prehispánicas como Palenque, Uxmal, Chichen y Tulum junto con escenarios tan idílicos como los del caribe fueron razón más que suficiente para querer conocer aún más el sureste del país.

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