jueves, 24 de mayo de 2018

SURESTE DE MÉXICO 1989, PARTE 1: CHIAPAS y TABASCO


En diciembre de 1989, ya con 20 años cumplidos, reinicié la aventura de viajar con un primer recorrido familiar en modalidad de tour para conocer, muy a grandes rasgos, el sureste del país. Por tratarse de un viaje de casi quince días, decidí dividirlo en tres posteos. El primero, que es este, para hablar sobre Chiapas y Tabasco, uno más para hablar sobre Yucatán y un tercero para Quintana Roo.

Para empezar, fue el primer viaje que empecé a documentar con una cámara tantito más decente, siendo que la estaba usando para mis clases en mis primeros semestres de la carrera de comunicación. También fue el primer viaje que pagué con mi propio dinero, al menos en un 60%, con los ingresos de mis primeros meses de trabajo.

Cuando hablo de conocer algo así como una embarradita del sureste, lo digo de manera literal, porque en realidad fue así: mi visita a Tabasco se limitó a Villahermosa y el recorrido de Chiapas se limitó a Palenque pero, cuando no conoces prácticamente nada, es por lo menos un buen comienzo, sobre todo en el caso de Palenque. Pero primero lo primero: Villahermosa.

Llegamos, literalmente, a dormir, para conocer al día siguiente el Parque Garrido Canabal, un bonito espacio que se recorre a través de senderos selváticos, con muchos árboles endémicos y flora de la región, enmarcado todo ello por la Laguna de las Ilusiones o, al menos, por una parte importante de esta laguna. Existe un mirador (el “Mirador de las Águilas”, casi siempre cerrado) al que se puede subir por una eterna escalera de caracol y que en realidad vale mucho la pena porque desde arriba se pueden tomar buenas fotos panorámicas del parque y de la laguna.

El parque es, a su vez, la puerta al museo al aire libre de “La Venta”, con su colección de cabezas Olmecas y una serie de esculturas traídas directamente de este sitio arqueológico (La Venta). Tiene también un mini zoo, donde abundan los coatís y, como dato de trivia, me tocó ver vivo aún a “Papillón”, un impresionante cocodrilo de más de 4 metros que vivió en el parque por casi cincuenta años y que hoy se exhibe disecado a la entrada del lugar.
Al día siguiente tocó conocer Palenque, impresionante sitio arqueológico maya construido en medio de la selva. Recorrimos prácticamente todas las estructuras principales, siendo dos las que más me impresionaron: el Palacio, tanto por su extraña torre de cuatro pisos como por todos sus recovecos (lo cual se explica porque se trata en realidad de varios edificios interconectados y remodelados a lo largo de 400 años) y el Templo de las Inscripciones, de los pocos templos mesoamericanos usados como tumba y que, en este caso, encierran los restos del rey Pakal. Todo ello está narrado a través de jeroglíficos y se puede visitar la tumba bajando varios escalones que se encuentran en el interior del templo.


El Templo del Sol, el de la Cruz y el de la Cruz Foliada son también estructuras que vale la pena explorar y fotografiar, así como el acueducto construido en aquella época para dotar de agua a Palenque.

Regresaría a Chiapas algunos años más adelante, pero en este recorrido partimos directamente hacia Yucatán y de ahí jalamos a Quintana Roo, cuyos recorridos los platicaré la próxima semana. Por lo pronto, si no conocen Palenque, pueden llegar al aeropuerto de Villahermosa, ubicado a una hora del poblado del mismo nombre o bien checar cuando hay vuelos directos a Palenque, para hospedarse directamente en este pueblito NO mágico, por decirlo de alguna manera, pero con suficiente infraestructura turística para pasar bien la noche y cenar decentemente.

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