jueves, 19 de abril de 2018

VIAJAR DE NIÑO: EL OTRO PUNTO DE VISTA


No tengo niños. Pero algún día lo fui. Y tu perspectiva de un viaje es totalmente diferente a la que tienen los adultos que te acompañan. Una visión más mágica. Más inocente. Más aún en los 70s y principios de los 80s cuando nadie imaginaba que existiría Internet.

La mayoría de los viajes de mi niñez fueron a Veracruz, todos en A.D.O. (la línea de “Autobuses de Oriente”), camiones que para nada tenían las comodidades que hoy se acostumbran: cero aire acondicionado, cero video a bordo y, en muchas ocasiones, cero baño. Si bien el último punto se compensaba cada vez que el operador del autobús paraba en alguna caseta o para comer en alguna fondita de carretera. Cero modernidad también, ya que a cada acelerón el camión parecía estar a punto de desarmarse.

La historia del lugar era lo de menos, lo importante era la compañía, la familia, la diversión y las sensaciones que el propio viaje te aportaba. Desde el calor infernal de la terminal de autobuses y el humo de los camiones invadiéndolo todo, hasta el calor húmedo que sentías al descender en tu destino, la brisa del mar en el malecón y por la noche el aroma de los bien llamados huele-de-noche, plantas aromáticas nocturnas.
Solíamos viajar a Veracruz cada fin de año y mis recuerdos de niño, que inician a los 4 años, no antes, incluyen las corretizas con los primos, los desayunos y cenas familiares, las animadas fiestas de fin de año con foto incluida, el aroma del mar, el poderoso canto de los grillos e incluso la presencia de las luciérnagas, tomando en consideración que aún había mucho lote baldío.

Pero más allá del aspecto un tanto rústico que aún tenía el Puerto en aquellos años, gran parte de la magia consistía también en no llegar a los 10 años, en imaginar que los árboles podían llegar a cobrar movimiento, que si cerrabas los ojos los camiones podían volar, que las nubes podían descender para husmear entre las calles y que el mar podía albergar aún algún tipo de criatura misteriosa. Por no hablar de la posibilidad de hallar un ovni en el camino: eran los 70s pero el cine de Spielberg ciertamente ya estaba ahí.

De estos primeros viajes nació mi gusto por escribir, cosas de niños, pues, pero ciertamente fue el inicio de algo. Algo que comenzaré a platicar, viaje por viaje, a partir de la próxima semana. 

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